sábado, 17 de abril de 2010


Si la clase trabajadora se librara del prejuicio reli­gioso y conservara el de la propiedad, tal cual exista hoy; si los obreros creyeran cierta la profecía que afir­ma que siempre habrá pobres y ricos; si la enseñanza racionalista se limitara a difundir conocimientos higiénicos y científicos y preparase sólo buenos aprendices, buenos dependientes, buenos empleados y buenos tra­bajadores de todos los oficios, podríamos muy bien vi­vir entre ateos más o menos sanos y robustos, según el escaso alimento que suelen permitir los menguados salarios, pero no dejaríamos de hallarnos entre esclavos del capital.

Francisco Ferrer i Guardia

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